"Para mí sólo recorrer los caminos que tienen corazón, cualquier camino que tenga corazón. Esos recorro, y la única prueba que vale es atravesar todo su largo, y esos recorro mirando, mirando sin aliento" Castaneda

jueves, 29 de diciembre de 2011

Viaje 2012 I: Tucumán y Salta

“El universo responde constante y obedientemente a nuestras concepciones;
viajemos rápida o lentamente, el camino está dispuesto para nosotros.
Así, pues, gastemos nuestras vidas en concebirlo”
Henry Thoreau

Llegamos a San Miguel de Tucumán el martes al mediodía, tras 26 pesadas y calurosas horas de ferrocarril. Almorzamos unas pizzas en la plaza de la estación y por la tarde nos tomamos un micro a Tafí del Valle. El trayecto nos inyectó una buena dosis de paisajes tremendos. Tafí estaba tal cual lo conocí el año pasado, con sus nubes bajas y su ambiente frío que trasunta una melancolía constante. Caminamos alrededor de una hora por el pueblo y luego continuamos rumbo a Amaicha del Valle.


Cobijamos nuestros cuerpos en Amaicha a las 21:30 hs. Nos fue a recibir a la plaza Eliseo, un tucumano que conocí el verano pasado en Copacabana y con el que viajé a Cusco. Fuimos a comer unas quesadillas acompañadas por cerveza negra Norte, y luego dormimos plácidamente en su casa.


Amaicha estuvo muy tranquilo. Casi no había gente en comparación con la que había en enero. La plaza desolada y con charcos de agua marrón debajo de sus columpios nos ofreció un paisaje algo tétrico, en comparación con la algarabía de la plaza colmada de hippies, ascetas y puestos de feria de la vez pasada.


El martes al mediodía nos despertamos relativamente temprano y emprendimos una caminata de 7 km bajo el rayo de Sol tucumano para llegar a una cascada. Nos bañamos en su agua fría, hicimos un par de piruetas y emprendimos la vuelta. En el camino una pareja de tucumanos nos convidó chivito y gaseosa, una recarga inestimable ya que sólo habíamos llevado como provisiones unos pelones, galletitas y una botellita de agua.


Hasta aquí el grupo estuvo conformado por los brasileros Wilson y Carina, Paula, Pezu y yo. Al atardecer del miércoles llegó la segunda parte del batallón, que incluía en sus filas a Talo, el Hippie, List, Chiqui, Pato y la Trotska. Se tornó imperiosa la organización de un asado so motivo de celebrar la reunión de los 11 gladiadores. Además de nuestro grupo, vinieron tres amigos de Eliseo y Sandra, su novia, y la pasamos bárbaro morfando, chupando, riendo y demás. Una noche para el recuerdo.


Hoy jueves amanecí a las 6:30 de la mañana, y a las 7 ya estaba con el Hippie en la eterna ruta 40 haciendo dedo con rumbo norte. La cosa empezó muy bien, una camioneta de laburantes nos llevó en seguida de Amaicha a Colalao del Valle. En Colalao caminamos un par de cuadras y conseguimos que un señor nos llevara en su camioneta a Cafayate. En ésta viajaban también dos tucumanos que amasaban el propósito de vender pirotecnia en los pueblos vecinos.

Para las 9:30 ya estábamos en Cafayate, la capital del vino. Allí nos anclamos unas dos horas en
una estación de servicio de las afueras donde parecía que se cortaba nuestra racha de suerte, hasta que apareció una simpática familia belga que nos hizo un lugar. Pocos minutos después mis anteojos volaban hacia el medio de la ruta, producto del colosal choque de mi cara con el viento en el acoplado de la camioneta. Cuando los belgas se enteraron de mi pérdida, quisieron regresar a buscarlos. A pesar de mi rotunda negativa, fueron indoblegables en su generosidad. Desandamos el puñado de kilómetros que habíamos avanzado, y toda la familia, el Hippie y yo nos dedicamos a caminar la ruta buscando los lentes. Finalmente aparecieron, destrozados.

Atravesamos la Quebrada de Cafayate, un lugar de inconmensurable belleza cuyas formaciones geológicas de arena y piedra rojiza me teletransportaron a Utah y la historia de Everett Ruess, el joven de 20 años que en 1934 se adentró en dicho desierto para nunca más volver. Luego escribí:

qué podría decir yo
de la sangre
de las rocas
del tiempo y
su sombra

qué podría decir yo
(un mortal,
un perfecto cúmulo de
huesos y carne e impulsos)
de la eternidad
-pétrea flor inmarcesible-

qué podría yo decir
de ese manto de cráteres
rociado de estrellas
de viento
de silencio

¿qué podría decir yo?
una miríada de palabras
que me separan 


Seguimos viajando en el acoplado de la camioneta, abrasados por un Sol infernal, hasta la Garganta del Diablo, un gigantesco hueco en la piedra que se formó a lo largo de millones y millones de años producto de la erosión. Nos mandamos a escalar con el Hippie, hasta que la subida se tornó tan empinada que consideramos beneficioso retornar ilesos.


A la salida de la Garganta del Diablo nos separamos de los belgas, regalándoles una artesanía a modo de agradecimiento, y tomamos un micro rumbo a la ciudad de Salta. Nos pasamos la tarde siesteando en la plaza 9 de Julio, esperando a nuestros compañeros de viaje. En ese lapso me dediqué también a comprar un nuevo par de anteojos.


Ahora nos encontramos nuevamente con el resto del grupo (Paula y List vinieron a dedo atrás
nuestro, los demás pasaron el día en las Ruinas Quilmes y acaban de llegar ahora, que son las 23:30). Estamos en un hostel algo caro para nuestras expectativas, pero no conseguimos algo mucho mejor. Además tiene internet y por eso aprovecho para escribir.


Aún no diagramamos el plan de mañana, pero seguramente intentaremos pasar la noche en algún pueblo de Jujuy (probablemente Purmamarca).


À la prochaine.

Álvar

2 comentarios:

  1. Buena Alvar, muy copado e interesante, voy a mantenerme leyendo :)

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  2. Ja! Lo conseguí! (vos me entendés...) Excelente comienzo. Espero ansiosa las novedades. Besos

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